miércoles, 3 de marzo de 2010

Vivir para trabajar.


Hay personas que creen que el trabajo es lo más importante. Es lo que se conoce con el término "workaholics", son víctimas de su percepción de la realidad, que se retroalimenta a través de su inconsciente adicción al trabajo. Disfrutar del trabajo y estar comprometido con la empresa, es una cosa, pero ser adicto a todo ello es otra cosa bien distinta.

Entre los síntomas que les acompañan, destaca en primer lugar que la ocupación profesional es lo que más importa. De echo, en los casos más extremos es lo único que aparentemente les sarisface en sus vidas. La familia, los amigos y el deporte son secundarios e incluso terciarios. El tener que regresar a sus hogares por la noche les incomoda e incluso irse con la familia de vacaciones; las horas dedicadas a descansar o a divertirse menudo les parecen ridículas, una auténtica pérdida de tiempo; lo que les acaba uniendo a otras personas es el mero interés profesional, que los mantiene al margen de sus verdaderos sentimientos; a menudo pierden toda conciencia de lo que les sucede por dentro; de forma inconsciente, anulan todo lo que sienten para que no les estorbe a su camino hacia el éxito.

Tras varios años de padecer estrés, fatifa y ansiedad crónicas, terminan sintiéndose separados de todo lo que les rodea, incluso de sí mismos. Esta desconcertante sensación sumada al deterioro de su salud, puede desencadenar un estado de profunda depresión incluso ataques al corazón.

Detrás de esta adicción, se esconde un determinado tipo de personalidad cuyo miedo más característico es el de que no tienen ningún valor a parte de sus logros. Asocian el valor de una persona con su éxito profesional, se vuelven cada vez más competitivos, preocupados por la imagen que proyectan de sí mismos.

Para hacer frente a esta patología, los expertos recomiendan a los adictos que traten de encontrar un equilibrio entre su actuación profesional y su vida personal. Nada fácil para ellos, ya que deben superar parte del condicionamiento sociocultural recibido durante su infancia y primera juventud. Desde la década de los setenta hasta la actualidad, la gran mayoría de la sociedad ha sobrevalorado el papel del trabajo en la vida de las personas. Con la malsana justificación de que se quiere que a los seres queridos no les falte nada y tengan de todo, se cae en la trampa de negarles lo más importante, el cariño.

Pero hay salida al final del túnel. En el momento en el que estas personas dejan de creer que su valía depende de la buena consideración de los demás y de los frutos cosechados por medio de su profesión, comienzan a ser más auténticos en sus actuaciones y a dejarse dirigir por las sensaciones que experimentan en su interior.

Porque hay vida más allá del trabajo...

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