martes, 2 de marzo de 2010

Dar la cara.

La violencia laboral, en la actualiad, se considera una preocupación prioritaria en sectores como la sanidad, donde se estima que se producen el 25% de todos los incidentes violentos en el trabajo. Por un lado el profesional sanitario se enfrenta a la violencia institucional, generada por una deficiente organización del trabajo y la violencia externa del paciente que reclama sus derechos. La violencia en el trabajo según la Organización Mundial de la Salud (OMS), "no es un problema individual ni aislado, es un problema estructural y estratégico, que tiene sus raices en factores sociales, económicos, organizativos y culturales".

Son muchas las violencias asumidas por los trabajadores y pacientes, y no afecta por igual a todo el mundo. Las enfermeras/os, somos las que estamos más expuestas. El tipo de institución también influye, ya que las que funcionen con un estilo de dirección basada en la intimidadción, las que presentan una deficiente comunicación y relaciones interpersonales, y las que tienen escasez de resursos humanos y materiales, son más propensas a generar situaciones violentas.

Las consecuencias pueden ser muy graves. El daño dependerá de la intensidad, frecuencia y duración del proceso violento y de los apoyos recibidos. Los efectos sobre la salud de los profesionales sanitarios pueden ser estrés (el estrés puede producir violencia y la violencia puede producir estrés), acoso, enfermedades físicas y psicológicas, pérdida de confianza, de autoestima y miedo. En el trabajo, la violencia empeora los resultados, perturba la relación con los usuarios, es causa de absentismo laboral y de pérdida de eficacia y productividad. La falta de personal provoca que los usuarios se sientan agredidos por los tiempos de espera y la manera de expresión ha quedado reducida a la bronca. Hemos pasado del paciente pasivo, al paciente reivindicativo. Por otro lado, la relación profesional sanitario-paciente, se ha transformado en una relación entre proveedores de servicios y consumidores, generando insatisfacción en las dos partes. Así, los pacientes aguantan, los profesionales sanitarios aguantan, hasta un límite. Después viene la bronca, el golpe y la violencia.

La administración, achaca la violencia a los trabajadores o usuarios agresivos, antes que reconocer que la organización del trabajo es en sí violenta o produce situaciones violentas, eludiendo así su responsabilidad. En la sociedad, las violencia es causa de la pérdida del prestigio de la sanidad pública o privada, de la disminución de la calidad de los servicios de salud, y del aumento de los costes económicos.

Los profesionales sanitarios somos la cara visible de la institución a la que pertenecemos y representamos.

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