El universo de variedades, formatos y marcas de casi cualquiera de los alimentos de nuestra cesta de la compra es abrumador. La selecciones son diarias y consigue ganarse al consumidor quien ofrece algo diferente y sabe comunicar esa oferta diferencial. Pero la seducción del consumidor es una batalla compleja y no siempre limpia que se libra en las estanterías de los supermercados y en la publicidad que nos rodea.
Pero toda propuesta emocional debe estar arropada por otra que conquiste el paladar y responder a una necesidad. No es fácil cambiar los hábitos de nadie y no se puede manipular al consumidor como se desee para venderle lo que se quiera. Por eso las empresas se gastan mucho dinero en conocer qué quiere el consumidor y en detectar tendencias.
La relación entre alimentación y la salud lo está cambiando todo, pero tanto quitar y añadir sustancias a los alimentos pone en duda su naturalidad.
Lo que se busca es comer sano, en poco tiempo, sin perder el buen sabor y que no sea muy caro. Quien dé con la fórmula habrá conquistado al consumidor.