En un par de días, muchas personas comenzarán sus vacaciones aunque algunas tendrán que rebajar sus aspiraciones por la crisis.
Parece que el cerebro también se cansa cuando lleva mucho tiempo funcionando a pleno rendimiento, las neuronas empiezan a chirriar y echar chispas. Si uno se para a pensar, se nota irritable e impaciente. Advierte pequeños olvidos, afloran síntomas de intolerancia con las limitaciones propias y ajenas. A poco que uno se descuide, se deja llevar por el mal humor y le invade el pesimismo.
De cuando en cuando, el cerebro necesita que le pasen una esponja, desactivar unos circuitos sobrecalentados y poner en funcionamiento otros. Cortar con el día a día habitual para dedicarnos a leer libros, contemplar el paisaje, navegar, charlar con la familia, subir y bajar montañas...
Ha llegado la hora de desconectar, nuestra salud nos lo agradecerá.
¡Felices vacaciones!